Cuando yo era joven y libre y mi imaginación no conocía límites, soñaba con cambiar el mundo. A medida que me fui haciendo mayor y más prudente, descubrí que el mundo no cambiaría, de modo que acorte un poco la visión y decidí cambiar solamente mi país.
Pero eso también parecía inamovible.
Al llegar a mi madurez, en un último y desesperado intento, decidí avenirme a cambiar solamente a mi familia, a los seres que tenía más próximos, pero ¡ay!, tampoco ellos quisieron saber nada del asunto.
Y ahora que me encuentro en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: "Sólo con que hubiera empezado por cambiar yo mismo", con mi solo ejemplo habría cambiado a mi familia.
Y entonces, movido por la inspiración y el estímulo que ellos me ofrecían, habría sido capaz de mejorar mi país y quién sabe si incluso no hubiera podido cambiar el mundo.
Anónimo.
Extraído de Sopa de pollo para el alma, Jack Canfield & Mark Victor Hansen.