Continuamos diciéndole vago, cuando no cumple con las expectativas que nosotros depositamos sobre él.
"Mi hijo es hiperactivo", solemos decir cuando comprobamos la curiosidad que tiene por todo lo que le rodea.
Después vienen los TDAH, TGD y otras. Etiquetas que les acompañarán el resto de su vida, y que no les servirán más que para explicar sus actos: como el efecto Pigmalión, de la profecía autocumplida, nuestros hijos, se esforzarán en cumplir esos pronósticos desalentadores que, casi siempre inconscientemente, hacemos recaer sobre ellos.
¿Seremos capaces de cambiar estas profecías situándonos, como padres y educadores desde otro punto de vista? ¿Seremos capaces de ver a nuestros hijos en positivo?
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